¿Qué necesidad tenés que cada vez que entre a algún lugar no me sacas tus ojos de encima? ¿Qué querés?
Sabes qué? Sí, sigo perdidamente enamorada de vos. Todos los días tienen ese instante en que te recuerdo y no te puedo arrancar de mi alma.
Cada vez que me miras, tengo unas ganas tremendas de acercarme y darte uno de mis abrazos, de esos que son sólo tuyos.
Tengo muchas razones por las cuales no me atrevo a volver a dirigirte la palabra, y ninguna tiene que ver con odiarte o desearte el mal, nunca podría. Me da miedo. No. Mejor dicho, me da fovia, pánico. No quiero ser un peso para vos, demasiado debes tener con tus problemas para, encima, tener que cargar con mis estúpidos sentimientos. Tampoco quiero tu lástima, no quiero que pensés que soy una pobre chica enamorada (se que ya lo pensás). No quiero que creas que me tenés a tus pies.
En fin, quiero tratar de superar todo esto que me pasa porque no me está llevando a nada bueno. Y si aguanté que no nos hablemos hasta ahora, voy a poder seguir aguantando.
Siempre te voy a querer.