.

.

11 jul 2011

Me detesto cada vez que tengo ganas de verte. ¿Tan baja tengo el autestima para conformarme con tus málditas miradas? Y me conozco tanto, sé que diré: no, no me merezco estar así, y bla bla bla. Pero en el fondo,  no hay comparación con esos cinco segundos de felicidad en los que me refelejo en tus ojos. Tu ojos miel, que siempre esconden algo. Te tenía ahí, a dos metros de distancia, qué triste es actuar como si no me importaras. Si supieras que cada día me levanto con la esperanza de que surja algún milagro que me dé felicidad.
Tendría que tragarme el orgullo, pero ¿de qué servirá? De nada. Si a vos no te importa, me importa sólo a mí. No me quiero conformar con tus migajas, QUIERO ABRAZARTE.
Quiero arrancarme todo lo que llevo dentro, quiero que desaparezcas. Ya no me hace bien verte, sabiendo que cada día te tengo más lejos. Es horrible saber que todo es mi culpa, que nunca debí alejarme de vos. Qué tonta fui por pensar, por un momento, que habías dejado de ser indispensable para mí.
Cada vez que me acuerdo de los momentos que pasamos, me agarran unas ganas horribles de volver a repetirlos una y otra vez, de tenerte cerca mío. Ya no puedo más.